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Entre periodistas suele decirse que cuando se empieza a investigar y se tira de la cola de lo que parece una rata, puede aparecer un elefante. Parece una ley y no sólo cuando el objeto es un escándalo político o económico.

 

Andrés Alsina, muy buen periodista y docente universitario, investigó durante 15 meses un caso que los manuales feministas designan como “violencia doméstica” y que el autor prefiere encuadrar como un problema de construcción de la democracia. Es el caso de un notorio médico anestesista que entregaba a su propio hijo para que el abuelo abusara de él.

 

Alsina denuncia que “la concluyente complicidad del sistema judicial, policial y de los médicos es particularmente activa en encubrir la situación”. En consecuencia, este médico, que ha amenazado a testigos y miembros del poder judicial, permanece impune, trabajando normalmente y rodeado de colegas que probablemente están al tanto de sus abusos.

 

En Silencio, violencia doméstica (un caso), Alsina recurre al género periodístico creado en los años ‘50 por Rodolfo Walsh, al que define como persiguiendo una verdad que no se desconoce pero a la que se ignora, disimulada en generalizaciones.

 

Con su “reportaje en profundidad” Alsina le da voz a quienes enmudecieron en los laberintos de la sordidez. El género exige ejecutantes eximios para potenciar la multiplicidad de voces mediante la belleza seca de la prosa precisa y la organización inteligente de los datos. El libro enumera 139 formas de violencia (física, emocional, económica, social, ambiental) a las que fue sometida la madre del chico abusado.

 

La protagonista, una mujer que dominaba tres idiomas y con capacidad ejecutiva para abordar varios problemas en forma simultánea, devino una persona insegura, con la autoestima muy baja y que no ha podido reintegrarse a las tareas que supo desempeñar.

 

En la página 69, el texto ha madurado lo suficiente como para generalizar: entre enero y noviembre de 2007, la ONG Cambios, constató la existencia de 5.628 expedientes de violencia doméstica en los juzgados de Canelones. “La justicia tomó resolución de no adoptar medida cautelar, sin fundamentar por qué no lo hacía, en el 97,7% de los casos, y sólo en el restante 2,3%, el juez o jueza fundamentó su abstención. Así, esas presuntas víctimas que recurrían en busca de protección debía regresarse sin posibilidad alguna de comprender por qué habían sido rechazadas sus demandas”.

 

Piense el lector que si esto ocurre en 11 meses en uno solo de los 19 departamentos uruguayos, cuál puede llegar a ser la cifra anual en todo el país. La ciudadanía desde luego ignora la mayor parte del iceberg que cierta hipocresía disfrazada de pudor, insiste en disociar de la información.

 

No debe ser una casualidad que Uruguay contribuya a “las estadísticas mundiales con la vergonzante cifra de una mujer adulta o niña muerta por violencia doméstica cada trece días”, como escribió Anabel Cruz, del Instituto de Comunicación y Desarrollo (ICD), una de las instituciones promotoras del libro.

 

Con esta dolorosísima investigación, el ICD y UNIFEM se propusieron romper el silencio. El resultado es una obra llamada a permanecer por el profundo oficio con que Alsina se mueve entre   hechos  aterradores y situaciones inimaginables, narrados con prosa cuidada y sutil.

 

Ficha: Silencio, violencia doméstica (un caso), de Andrés Alsina, ICD y UNIFEM, Montevideo, Uruguay, marzo, 2009.

 

La distribución del libro es libre y puede bajarse en la siguiente dirección: http://goo.gl/4CDc2A

 

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