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Suárez en una entrevista antes de un desafío de laUEFA Champions League © http://goo.gl/X1TrIa Bajo Licencia Creative Commons 

 

Hay dos aspectos a mi entender subestimados en el caso Suárez. El mediático y lo que llamaría el talón de Aquiles del fútbol en una época mediatizada.

 

No hubiera habido “caso Suárez” hace 50 o 60 años, porque ni la televisión ni las super cámaras fotográficas habían penetrado en la intimidad de las canchas con la precisión y detallismo de las últimas décadas. Por eso no cabe el análisis con argumentos de la época en que los jugadores se formaban en potreros y campitos.

 

Si los británicos le pedían al jugador “un gesto para la tribuna”, es porque “la tribuna” ve y oye lo que antes los desarrollos tecnológicos no permitían percibir. ¿Acaso es hipocresía que los jugadores se saluden antes de los partidos? Son protocolos, modales corteses que universalizan nuevos patrones de comportamiento. Por eso el caso Suárez es típico de esta época.

 

Toso se originó en la reacción infantil (por decir lo menos) de quien se dio por ofendido a sabiendas de contar con la aquiescencia de cierta corrección política de “la tribuna”, y de las cámaras que mostraron el momento y los gestos precisos del “ofensor” y el “ofendido”. Es obvio que Evra actuó –con su denuncia a la maestra- para “la tribuna”.

 

En la cancha se juega todo, lo verbal, lo físico y lo técnico. Siempre se buscó disminuir psicológicamente al adversario y seguirá siendo así. Pero hoy están los medios, una presencia que no se puede obviar ingenuamente.

 

¿Acaso los jugadores no son conscientes? Claro que lo son. Ni la celebración de un gol ni el corte de pelo quedan librados al azar. Se saben mirados y organizan al detalle sus apariciones.

 

Por eso hay más hipocresía en Suárez y en ese nacionalismo fácil que lo respalda (lo mima). El es uno de los 40 o 50 jugadores mejor pagos del mundo (4,2 millones de euros al año) y juega en un club de primer nivel. Sabe que no sólo los profesionales, sino hasta los hinchas disponen de cámaras potentes en sus manos. Si en el momento de la denuncia de Evra había centenares de cámaras, en el segundo momento, cuando debió darle la mano y no lo hizo, deberían contarse por miles.

 

Si fue una situación armada para la tribuna, debía desarmarse del mismo modo, con gestualidad que quitara a Suárez y sobre todo al Liverpool del foco de atención. El asunto no daba para más. Si todo nació en una sobreactuación ¿cómo no advirtió Suárez y quienes lo asesoran, que se trataba de desinflar la crisis, no de amplificarla?

 

El talón de Aquiles del fútbol en una época mediática

 

Parece no medirse la influencia de jugadores como Suárez en públicos multitudinarios, que aportan la dimensión decisiva para que las empresas que sostienen sueldos faraónicos como los del propio Suárez se interesen en el fútbol. Es que la sobreexposición de su imagen en la televisión, las calles, diarios y hasta en las pantallas de redes de pagos masivos –por lo cual cobra aun más dinero- obviamente junto a los beneficios le demandará contrapartidas.

 

La troupe de los multi millonarios ya no tiene espacio para arranques temperamentales de campito. Estos jóvenes están en el foco de la atención mundial por sus habilidades técnicas, pero a menudo sin formación –en el fútbol no abundan los buenos maestros- para entender la influencia que proyectan. Si Suárez ve su imagen multiplicada hasta el hartazgo gracias a una fama que no existiría sin los medios, no es de recibo que rechace las obligaciones que esa sobreexposición le demanda.

 

No debió negarse a hacer el gesto para la tribuna que sus dirigentes le reclamaban, si quiere seguir en la alta competencia. Demostró que no está bien rodeado y si no repiensa algunas cosas, dará razón a quienes le atribuyen inteligencia solo a sus pies.

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