Si Trump lanzó Truth Social por sentirse “expulsado” de Twitter y Facebook, debería saber que su linealidad evidencia incomprensión de la aleatoriedad constitutiva de redes y plataformas. Tras el fracaso de su Blog en mayo de 2021, la nueva “red” nace con algunos signos de interrogación.
Daniel Mazzone
La mente totalitaria tiene dificultades para entender un ecosistema descentralizado. Cuando la clave es la libertad, quien aspira a controlarlo todo, puede entrar en pánico y desembocar en esa suerte de fundamentalismo difícil de satisfacer con algo que no sea la totalidad. Es el caso de un líder pero también el de algunos usuarios, que llegan a percibir como “cloacas” (un término frecuente para referir a las redes) a toda realidad que no opere como ellos imaginan. Como si en las redes hubiera más intolerancia y expresiones soeces que en la calle o el boliche.
El caso de Trump es verdaderamente interesante. Admira a Xi Jinping y a Vladimir Putin y hasta simpatiza con Kim Jon un, líderes que habilitan las redes que ellos quieren, en las modalidades que les resulten funcionales. Incluso llegan a modificar abruptamente las condiciones establecidas por ellos mismos. Trump parece envidiarlos, pero le tocó nacer y vivir en el lado del mundo que funciona en base al derecho. No solo no puede fijar las condiciones, sino que debe aceptar que se las fijen. Hasta debió metabolizar que se le prohibiera interactuar, con sus modalidades arbitrarias, en las redes principales. Todavía no advierte que la prohibición no fue de los propietarios de las plataformas, que en este caso fueron meros ejecutantes, sino que el rechazo provino de los usuarios, que sobre todo en Twitter y Facebook, se negaron a coexistir con quien jugara un rol de protagonismo aun indefinido, en la violencia insurreccional del 6 de enero de 2021.
Claro, quienes efectivizaron la prohibición fueron los propietarios de las plataformas, pero no cuesta mucho imaginar que como empresarios, adoptaron la decisión más rentable: preservar la satisfacción de millones de usuarios antes que sostener un discurso tóxico que perdió buena parte de su atractivo cuando salió del primer plano de la política.
Como no entendió qué pasó con él en las redes, concibió una primera revancha: lanzó en su habitual estilo rocambolesco, un Blog que se anunciaba como “Faro de Libertad”. El dispositivo apareció en los primeros días de mayo, pero se dio de baja el 1 de junio. The Washington Post daba cuenta del cierre el 2 de junio, bajo el título de “Trump cierra su blog después de 29 días, enfurecido por la escasa cantidad de lectores”.
Ya en ese momento, Trump dio muestras de no estar bien asesorado en la materia. No solo no entendió qué le había pasado en las redes, sino que tampoco percibía la complejidad del ecosistema electrónico. Había una clara desproporción entre sus ambiciosos objetivos y los medios empleados para lograrlos.
Pasaron 9 meses del cierre del “Faro de libertad” y se lanzó Truth Social este lunes 21 de febrero. Se trata presuntamente de una red, pero hay pocos indicios de que efectivamente lo sea. Las redes exitosas se basan en la satisfacción de necesidades comunicacionales pre existentes. Su aleatoriedad es una de las claves de su impredecible atractivo. Todo lo contrario de las rígidas directivas de quien aspira al control total.
Claro que esta vez Trump parece haber tomado los recaudos para que si su verdad vuelve a fracasar, al menos hacer un buen negocio. Detrás de Truth Social hay todo un emprendimiento comercial que ya recaudó US$ 1.000 millones, si bien ese dinero no lo tendrá disponible hasta que TMTG (Trump Media & Technology Group) cierre otros acuerdos. Por ejemplo, con la firma Digital World Acquisition Corp (DWAC), con quien TMTG espera fusionarse para cotizar en la Bolsa de Wall Street, según The Strait Times.
El nuevo emprendimiento sigue el enfoque entre individualista y excluyente del expresidente, al punto de que ni siquiera parece calcular que podría mejorar los resultados si enmarcara sus emprendimientos en la institucionalidad partidaria. Parece creer que basta con abrir una red para que el mundo fluya naturalmente hacia él. Pero si antes no entendió qué era un Blog, es posible que el concepto de red le sea más esquivo aun.
La complejidad de las redes nace precisamente de que los usuarios se saben sus imprescindibles artífices. Por eso son lo que la gente hace de ellas. El factor dominante no es un sesgo ideológico o político, sino la libertad para interactuar como quieran y les dé la gana a sus participantes.
“Follow the Truth”, proclama uno de los eslóganes de Truth Social; una invocación publicitaria distante de la necesaria sensibilidad para comprender que los usuarios de las redes no llegan a ellas para que se les indique la verdad, sino para construirla junto con aquellos con quienes tejen además, otras afinidades. Claro que si lo que se tiene en la cabeza es el sueño de “Pravda” o del “Diario del Pueblo”, o, en el mejor de los casos, manejar a su antojo una plataforma como Weibo, de nuevo el expresidente instala el kiosko en el lugar equivocado del mundo.